Por: Asociación Nacional Campesina JOSE ANTONIO GALÁN ZORRO
El paro campesino que se inició el pasado 19 de agosto no es sino el resultado necesaria de la política económica y agraria que ha venido implementando el Estado colombiano desde hace más de medio siglo.
No es que sólo ahora los campesinos estemos arruinados por los recientes tratados de libre comercio -TLC- o por el alto precio de los combistibles y los insumos. Hay un factor subyacente a la actual situación y es el acceso, tenencia y uso de la tierra en nuestro país.
Como principal medio de producción en una economía agrícola y extractiva, la tierra constituye un factor fundamental en las relaciones económicas de países como Colombia, y por esto ha sido la causa de los conflictos sociales y, por supuesto, de la violencia que ha sufrido nuestro pueblo a lo largo de su historia.
Por ejemplo, si nos remontamos a época de la llamada “violencia” (mediados del siglo pasado), nos daremos cuenta cómo millones de campesinos fueron asesinados y desplazados de las tierras ubicadas en el interior del país, que en ese momento eran el centro de la producción, pues la frontera agrícola no se había ampliado a los límites actuales.
Lo mismo pasó en zonas de producción y exportación como el Urabá, en donde las multinacionales han explotado tierras y hombres para la producción de banano inicialmente, y ahora de palma aceitera. Desde la masacre de trabajadores en 1928 hasta los miles de asesinatos cometidos más recientemente por las fuerzas oficiales y paraoficiales del Estado y la Chiquita Brands, tienen relación directa con los conflictos por el usos de esas estratégicas tierras.
Los territorios \”basureros\” de los años 50, es decir, a donde el Estado envió a los campesinos desplazados de esa época, los que fueron objeto de colonizaciones dirigidas por el Incora, hoy en día están en la mira de las compañías extranjeras para uso de la agroindustria (producción de agrocombustibles) o para sacar los hidrocarburos y minerales que allí se encuentran.
Y en el interior, donde hasta hace poco se permitía precariamente el desarrollo de actividades agropecuarias, hoy éstas se estrangulan de tal forma que los pequeños y medianos campesinos quiebren y dejen esas tierras disponibles para lo que se ha llamado la reprimarización de la economía, es decir, para cumplir la tarea que nos impuso el capital transnacional: suministrar materias primas: nuestro oro, petróleo, carbón, alcohol carburante, etcétera…
Ya ni la papa se puede cultivar, o se hace a pérdida. Eso dijeron los caompesinos de Boyacá y Nariño. Eso mismo le pasó a Nairo Quintana (el ciclista sub campeón del tour de Francia 2013): los bancos le quitaron las parcelas a sus papás, porque no pudieron pagar los créditos… les tocó dejar de cultivar. Pero con el triunfo del boyacense sí sacó pecho el Presidente y toda la oligarquía colombiana, tratando de enviar el mensaje de que el problema para la “superación personal” no es la miseria en la que vivimos sumidos la mayoría de colombianos, sino falta de “estrella” o quién sabe qué…
Por eso Nairo dijo que apoyaba las protestas de los campesinos y pidió a Santos dar una respuesta digna a la problemática.
Pero esa problemática no afecta sólo a los más pobres. Ahí está el ejemplo de los arroceros y cafeteros, que luego de la firma y aplicación del TLC ya van dejando su acomodado puesto en la clase media, para pasar a engrosar el conjunto de los pobres. Por eso decimos que, a pesar de que la política agraria inequitativa e injusta no es de ahora, sí se ha agravado con esos acuerdos de libre comercio, que ponen aún en más desventaja la producción nacional frente a la extranjera.
Y el control de semillas mediante la resolución 970 del ICA y otras normas, que pretende asfixiar aún más la economía campesina en beneficio de de las transnacionales, representa otro de los mecanismos del explotación del capitalismo sobre el trabajador campesino.
Contra esas políticas es que el campesinado colombiano ha venido organizándose y mvilizándose hace muchos años. Contra esas políticas es que nos pronunciamos en este paro nacional agrario. Como Asociación Nacional Campesina -ASONALCA- expresamos que estamos en desacuerdo total con esa forma de organizar la producción, la economía, que no hace más que exprimir nuestros músculos, nuestra fuerza de trabajo, para que unos pocos se queden con las ganancias y con las tierras
Como parte del Coordinador Nacional Agrario -CNA-, apoyamos el pliego de exigencias al gobierno, que se resume en:
1. Tierra para los pueblos que las trabajan: regresar a sus dueños, los campesinos, la tierra que nos fue arrebatada para ser entregada a empresarios, terratenientes y megaproyectos extractivos. Adjudicación de baldíos. Decretar la nulidad de las compras masivas de tierra por parte de empresas. Eliminar la persecución por intercambio de semillas, derogando las leyes 1032 de 2006 y 1518 de 2012 y la resolución 970 de 2010.
2. Petróleo: garantizar un debate sobre la propuesta de ley orgánica de hidrocarburos, en el marco de una asamblea energética nacional con delegados de los sectotes sociales. Reducción al 50% del precio de los combustibles.
3. Minería: reconocer la legitimidad de la minería ancestral y la pequeña minería. Moratoria minera para las concesiones hechas a empresas privadas nacionales y extranjeras. Apoyo a las comunidades que estén interesadas en la transcición hacia actividades agrícolas.
4. Reconocimiento político a comunidades campesinas y negras y consulta sobre implementación de proyectos en sus territorios.
5. Sustitución autónoma y concertada de cultivos de uso ilícito.
A lo anterior, nosotros le agregamos:
* Los TLC no deben ser revisados, sino revocados por el Estado colombiano, por ser evidentemente lesivos al interés nacional. Así mismo la Alianza del Pacífico.
* Ampliacion de los territorios indígenas, en dirección a devolver a esos pueblos originarios su territorio ancestral.
* Suspender las actividades de exploración y explotación de recursos naturales en los territorios indígenas, zonas de reservas ecológica estratégicas y reservorios de agua.
Nuestra lucha no es por reformas superficiales, es por transformaciones profundas de las relaciones sociales. Por eso pensamos que la pelea no empieza ni termina con el paro, sino que deberá continuar y arreciar hasta que logremos construir la nueva sociedad que nos proponemos.
Articulo publicado en la edición n° 15 del periódico Trochando Sin Fronteras disponible en: http://goo.gl/S4cxjB