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¡Si tenemos propuesta!

Parte de la situación de hoy es cómo transformar el desespero y la rabia de la protesta en propuestas, y que a su vez ellas se tornen en hechos sociales “transformadores”.

Frente a esto, el Gobierno Nacional dice, vengan, hablen que los escucho, eso sí, se conversa sobre esta agenda cerrada de seis puntos (que no tocan los problemas del país), y en todo caso la decisión está de mi mano, pues para eso tengo al Congreso; y como ya se sabe, las decisiones se tomarán en función del gran capital y su exigencia de estabilidad macro; en síntesis eso sería repetir la escena de fines de 2019, momento en que se facilitó la evasión del gobierno al presentársele una agenda de puntos excesiva y que no estaba centrada en los problemas clave de todo el país.

Si las cosas fueran así, lo que se estaría mostrando es que la actual forma institucional esta incapacitada para interactuar adecuadamente con la ciudadanía, pues ni los partidos, ni el Congreso, ni los espacios extraoficiales, como son las “mesas de diálogo”, están capacitadas para atender las necesidades y demandas de una población empujada al desespero.

Una alternativa posible, ya despuntada por algunos líderes partidarios, sería la de promover reformas institucionales vía Asamblea Constituyente, puesto que las demandas y la acción de la población exceden la actual institucionalidad, caso Chile. Ello implicaría un largo proceso de disputa electoral y legal que cuando mucho arrojaría cambios pro redistribución del ingreso, cambios que el capital en la práctica acotará al máximo –caso Grecia-. Una dificultad práctica de esta vía, es que el capital exige un ajuste financiero para ya; otra, que ella implica la desmovilización de la protesta bajo promesas gaseosas hacia el futuro.

Otra alternativa sería continuar forzando la situación de presión en las calles, a ver si sucede un “reventón” –tipo cayó el Presidente-. Esta vía tiene la limitación de dejar las cosas a la espontaneidad, y además implica el peligro de que el desgaste conduzca a ninguna parte, y de saldo sólo quede: los muertos, el cansancio y el odio, y otro Presidente igual o peor.

Una vía intermedia, es convertir en reivindicación la instalación inmediata (ya) de una mesa de negociación entre gobierno y el comité nacional de paro ampliado con una agenda básica y centrada en pocos puntos, pero neurálgicos como:

  • Derecho a la protesta y garantías democráticas para la movilización.
  • Reforma tributaria que se comprometa con la redistribución de la riqueza.
  • Redistribución de tierras, reforma agraria
  • Reforma laboral dada la profunda flexibilización y precarización de las condiciones de los trabajadores.
  • Reforma al sistema de seguridad social, que le permita a los colombianos acceder al derecho a la salud y a la pensión de manera digna.
  • Reforma al sistema educativo que asegurar una educación universal y de calidad de tal manera que se elimine la educación de mercado.
    Antes de abordar esta agenda el Gobierno Nacional deberá:
  • Decretar que los precios de los combustibles no se aumentarán.
  • Decretar el congelamiento en la tarifa de los peajes en todo el territorio nacional.

Con esto, por lo menos el gobierno tendría que dar reversa en su altanería y desconocimiento de la crisis y la protesta; y los de la mesa de negociación tendrían una agenda condicionante que ya se ha ido validando entre las masas. Tal situación se podría adelantar bajo la presión de la protesta actual, o desde protestas intermitentes en el tiempo, esto es, se para hoy, pero bajo el llamado a continuar en unos pocos días.

Todo esto, en todo caso requiere animar y crear un proceso decisorio entre las masas que están en las calles luchando, pues ahora ya no basta con solo marchar y protestar. Pocas veces los pueblos se deciden a avanzar, y en esas circunstancias se requiere de grandeza política, imaginación creadora, y por sobre todo el plegarse al sentir y actuar de las masas, para desde esa condición aportar ideas que puedan arrojar saldos positivos en las luchas.